Diego de Torres Villarroel (1694-1770) estuvo exiliado en Portugal entre 1732 y 1734. Tres años después, entre abril y septiembre de 1737, fue en peregrinación a Santiago de Compostela, cumpliendo una promesa hecha en los tiempos de su exilio portugués. El relato que escribió de aquella jornada es muy singular. Tiene la forma de un largo poema erudito, algunas veces de difícil lectura, en el cual deja entrever la dureza del trayecto y el desdén que sintió por la mayor parte de los lugares por donde pasó. El recuerdo negativo que guardó de su peregrinación le llevó a considerarla indevota e indigna, puesto que era el resultado de una promesa que tenía que cumplir y no de una llamada genuina de la fe de peregrino.

El itinerario seguido por Torres se conoce a partir de los lugares donde pernoctó o a partir de aquellos otros de los que sí dejó memoria escrita. Por caminos difíciles y mal pavimentados, el poeta destacó la severidad del itinerario, la rudeza de las gentes y la desolación del paisaje.

Más de dos siglos y medio después, Luis Antonio Quintales transformó el relato de Torres en un Camino de Santiago adaptado a las necesidades de las peregrinaciones jacobeas actuales. Dando preferencia a aquellas vías que refuerzan la relación con la naturaleza propia de cada región y respetando los valores patrimoniales y ecológicos locales, emergiendo el Camino de Torres.

El Camino de Torres fue objeto de intervención en un proyecto conjunto de varias Comunidades Intermunicipales (ver proyecto), estando debidamente señalizado desde Sernancelhe y disponiendo de materiales de apoyo, como guías, mapas, un sitio de apoyo, una aplicación móvil que puede ser un excelente empresa para la romería.