La suave bajada hasta Sintrão le llevará a pasar por delante de la Gruta del Ladrón. Este extraño topónimo, que convierte al ladrón en preso por sí mismo (puesto que se escondía en un lugar del que no podía huir, da fe de la antigua relevancia de la vía romana que unía Trancoso con Sintrão. Faltan aún dos subidas, entre manchas de pinares y macizos graníticos, hasta llegar al valle del río Távora. En las lagunas que se forman junto al puente viejo sobre el río Távora nos preguntamos cómo puede correr un río entre tantos obstáculos de piedra. Siete kilómetros más adelante, en Ponte do Abade, el Távora ya es un río adulto, con márgenes escarpadas bien definidas y un cauce constante. A pocos metros, delante de nuestros ojos, el río pasa de la infancia a la edad adulta. El último tramo es duro, pero vale la pena subir a las quintas de A Seara y de O Tinoco para descubrir que las cuestas que preceden a Sernancelhe están habitadas por una comunidad única de castaños antiguos, árboles centenarios que permanecerán después de que todos los caminos hayan desaparecido. En Sernancelhe, diríjase a la iglesia matriz y contemple la más antigua representación escultórica del apóstol Santiago que existe en Portugal.